miércoles, 6 de septiembre de 2017

Siempre, fuimos lotófagos. Un poema de Antonio Palacios

Quemábamos despreocupados el tiempo
en la pira de los días,
como si este siempre nos fuera a durar,
pero, en verdad, apenas lográbamos ver más allá
de lo inminente o de la inmediatez.

Juntos, lográbamos contener el mismo aliento
de nuestras vidas frente a tanto despropósito,
insuflando de frenesí a los días
sólo cómo lo hacen las causas perdidas.

Recuerdo que nos retorcíamos a nosotros mismos
para hallar algo de sentido,
buscando sólo lo que nos hiciera vibrar
y enmudecer adentro.

Luego, venía ese clamoroso vacío
que, tras la dicha, sólo dejan el sexo y los venenos
y sólo, cuando de veras sentimos algo adentro
que se parecía a nuestra llamada,
nuestro auxilio o nuestro secreto,
supimos reconocernos dentro del otro,
pero era ya muy tarde
en mitad del vértigo que eran nuestras vidas
y, exhaustos, ni tan siquiera pudimos llorar
por todo lo que una vez fue de verdad nuestro
o por aquello que fuimos o creimos ser.

Entonces, habíamos crecido y olvidado tantas cosas
que no logramos hallar nada
en ese adentro extremo
que es el afuera sideral más absoluto.

Ahora, que nada, absolutamente nada de lo que fue nuestro
nos aguarda ya en ninguna parte.

Antonio Palacios

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