sábado, 29 de noviembre de 2014

Escrito (en el) vacío: ¿Quién serás? Un poema de Cirela Loana P. G.

Me pregunto quién serás, ahora, o después y hasta quizá cuando yo ya no esté. Me pregunto quién serás cuando camino por una calle, cuando te escribo, sola, una noche de invierno, una mañana de verano, uno de todos esos domingos en que te pienso.

Creo haberte visto algunas veces, quizá, agraciada, más de las que debería; en ojos marrones, celestes, amarillos, en pelos oscuros, en rulos, en patas de algún perro y en alguna lengua mojada. Creo recordar los instantes en los que te vi, paseando, desnudo por la vida, arrasando cual tornado cada atisbo de incertidumbre, de miedo, de soledad, de desesperanza, de un perro con sed en una esquina, de una hoja vacía, de viajes y viajes en trenes mirando atardeceres por la ventanilla.

Creo recordar cada momento en el que te noté mirándome, ahí parado, esperando mi abrazo, mi beso de pastos en una mano, de brazaletes en los pies. Creo recordarte, y no creo poder enumerarte.
Hago un repaso mental de fútiles noches intentando dibujar tu sonrisa, imaginando el día en que seamos uno bajo el sol, y recuerdo que te creaba y no eras más que líneas en mi mente que provocaban la placentera sensación de una caricia. Tus manos y mis manos iban a cambiar con el tiempo, unidas.

Me pregunto quién serás ahora, mientras gasto hojas intentando preguntarte cosas que solo el tiempo me responderá, si sostenés un café, si dormís una siesta… Y me pregunto, también en dónde estás, ¿en dónde encontrar todo el que tengo para obsequiarte? Quizá se prepare un café, quizá duerme una siesta, o quizá solo es este puto manojos de palabras que me surgen en el vacío. Quizá ni vos ni el mío puedan encontrarse jamás… Quizá no puedan encontrarse jamás.

Me pregunto si te preguntás lo mismo ahora, me pregunto en dónde más podré cruzarte, y es que la pureza no puede verse a simple vista ni a compleja, porque no puede verse si se abren los ojos, porque solo los mortales te buscan en la materia, en los cuerpos, en los pelos y en los dedos de los pies; porque solo los mortales te buscan en el más acá.

Creo recordar la última vez que dejé el mío a la deriva, en la semirecta del mercado, (osada, demasiado osada maniobra, que puede romper mi alma en más pedazos de los que pueda juntar con las manos apretadas) y ahí estaba una lágrima, y un lunar, y estábamos nosotros intentando sostener el aire viciado y respirar el entendimiento que escapaba a nuestro alcance. Sí, creo recordar lo que sentí cuando lo arrojé al abismo olvidando desatarlo, olvidando el júbilo de la hipocresía, de esa niñez que una vez tuve, en donde creía.

Me pregunto en donde estás. ¿En dónde estás, Amor?

¿En qué ojos volveré a verte? ¿en cuántos lunares podré perderme?

Amor, decime, ¿en qué manos cálidas te sentiré?.

Decime, ¿en qué cara te transformarás esta vez?

Cirela Loana P. G.

Pueden seguirla en su blog: Noctuario

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