El
doble vínculo es una estructura comunicacional reiterativa. La estructura está basada,
siempre, sobre mensajes o ideas contradictorias dentro de un campo del que, el
individuo o el grupo, no pueden escapar o abandonarlo. La
estabilidad de la estructura favorece su máxima expresión y
potencialidad. Produciéndose en esa potencialidad reiterativa la
internalización de dicha estructura como forma de ver, comprender o
comunicar el mundo. De manera que la estructura del doble vínculo
puede ser reproductiva. Llevando, siempre, a cierta incapacidad de
discernir acerca de los mensajes contradictorios. Incluso, a cierto
colapso por esta misma incapacidad de indiscernibilidad.
Los
mensajes presentan características, órdenes o mandatos
contradictorios o pueden ocupar niveles diferentes de la información.
Así, pueden ser tanto verbales como no verbales, pero siempre
contradictorios.
En
este proceso de mensajes contradictorios, el individuo o grupo no
puede abandonar sin más la comunicación, pero tampoco le es posible
discutir las contradicciones de los mensajes contradictorios. Siendo,
por eso, un doble atolladero, del cual, el individuo o grupo, no puede
salir ni escapar. Por lo cual, el individuo o el grupo entra de lleno
en una espiral de distorsiones autorreflexiva. Más aún, teniendo en
cuenta que el contexto suele quedar anulado y que es de él, del cual,
puede aprender, lo que facilita la reproducción del doble vínculo.
En
esta lucha que es el doble vínculo, el vencedor suele ser el sistema
estable. Que suele reproducirse por encima del individuo o grupo. Ya
que el individuo o grupo suelen autosacrificarse, aún siendo capaces
de haber detectado las contrariedades, en beneficio de la estabilidad del sistema
de referencia. Y para que tales distorsiones no choquen de
lleno con su yo. Llegan así a una experiencia radical de negación
del yo. En consecuencia, la estructura del doble vínculo se alimenta de
sistemas estables que se reproducen por encima del individuo o del grupo.
Antonio Palacios
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