En verdad, nada "funciona".
Las políticas actuales gobiernan de
espaldas a la ciudadanía. Con frecuencia cualquiera puede ver mejor
predisposición política entre individuos de a pie, que entre
tantísimos políticos que dicen ser profesionales. Alumnos que saben
pensar igual o mejor que sus profesores. Ciudadanos con mayor rigor
en sus opiniones que muchísimos tertulianos. Escritores o poetas que
jamás saldrán del anonimato con mayor calidad literaria que tantos
autores con libros en librerías. Información que desinforma. Más
oferta que demanda. Más dinero en circulación, más pobreza.
Nada es lo que nos contaron.
Los mitos de la meritocracia, del
esfuerzo, de la calidad, sólo han quedado en palabras vacías. La
tensión o distancia entre los valores manifiestos y los latentes,
cada vez es mayor.
Y en mitad de todo esto, el aparente
orden. Que no equilibrio.
Llegamos a creernos las supuestas
bondades de la especialización, de las privatizaciones, del progreso
lineal y siempre ascendente, que todos somos clase media.
Ahora hemos llegado a creernos lo que
tantos programas de televisión difunden desde hace tiempo. Que
cualquiera puede vivir de ser artista, entender de alta cocina,
tertuliano, periodista, deportista de alto nivel, estilista. Eso sí
no sin la publicidad ni el marketing adecuados.
Casi nada es eterno.
Y, aunque nadie sabe que nos depara el
futuro, siempre lleno de ironias, muchos de nuestros problemas
colectivos. Pasan por (re)crear, descubrir, (re)conquistar la esfera
pública de nuestra dimensión social. Aquello que queremos y
deseamos ser.
Flores del Parnaso
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