Me
supongo que las grandes preguntas son siempre las mismas. No pierden
vigencia: ¿qué somos?, ¿de dónde venimos?, ¿hacia qué lugar
queremos ir?...
Todas
estas grandes preguntas, conllevan muchas otras más mucho más
pequeñas, modestas y cotidianas, pero que no son menos importantes.
Algunas de esas preguntas están directamente relacionadas siempre
con nuestras formas de vida: el salario, el servicio de las
instituciones públicas (que somos todos) en caso de perder o
encontrar trabajo, de perder salud, de poder mejorar nuestra vida, de
devolver a los mayores todo lo que hicieron por nosotros, de cuidar y
de procurar dar una educación y un futuro con las mismas
oportunidades a los niños y a las niñas que luego devolverán esa
ayuda a otros...
Las
instituciones públicas son herramientas que, en su lógica,
mantienen equilibrios de corresponsabilidad con el autocuidado de
nosotros mismos como sociedad. Una sociedad que se ha dotado de esos
mecanismos para la ayuda y el bienestar mutuo. Es una forma de
autocuidarnos, como sociedad, mediante instituciones públicas que
realizan labores que como individuos aislados o por separado nos
sería imposible afrontar individualmente.
Es,
desde ahí, desde esa idea de autocuidado común, desde la que hay
que pensar que una sociedad no es una suma de individuos aislados, ni
de grupos sociales, ni de formas de pensar o de sentir... Una
sociedad sólo puede ser libre si garantiza la igualdad de
oportunidades entre sus miembros diversos, a la vez que sólo puede
garantizar la igualdad de oportunidades entre sus miembros si son
libres. Libertad e igualdad van siempre unidas. No puedes ser libre
si en una sociedad no existe la igualdad de oportunidades. Ni puede
haber igualdad de oportunidades si no hay libertad.
Tener
igualdad de oportunidades no significa que pensemos o seamos todos de
la misma forma. La igualdad de oportunidades reconoce las
diferencias. Y esto es crucial: nuestra unidad sólo reside en
nuestra diversidad. Ha sido así siempre en todas las facetas de
la vida y lo será siempre. Desde nuestro lenguaje, a nuestra forma
de vida, a nuestras costumbres, a nuestra identidad como personas,
grupos o sociedades, a nuestras formas de pensar y de sentir,
absolutamente en todo... Los seres humanos incorporamos cosas de los
demás: información, hábitos, puntos de vista, tecnología,
sentimientos, aprendizajes... Todo. Lo contrario es una ficción.
Las
instituciones públicas que se encargan del autocuidado mutuo no
existen en todas partes ni han existido siempre. Por eso, es
importante darse cuenta de que en mitad de estos tiempos en los que
se apela tanto a los individuos, a las emociones, al consumo, nos
demos cuenta de su valor. El ser humano necesita para sobrevivir a
los demás seres humanos.
De
esta forma, gestionar nuestra igualdad, nuestra libertad y nuestras
diferencias se vuelve crucial para con nosotros mismos y nuestra
responsabilidad con los demás. No nacemos aprendidos, ni sabiendo.
Ni tampoco nacemos de ningún modo concreto, sino que nos hacemos.
Nadie nace siendo algo a priori, sino que se hace. Es una idea
crucial todo esto. Porque no nacemos determinados en nuestra forma de
pensar, de sentir o de relacionarnos.
¿Qué
tenemos para tratar de gestionar nuestra igualdad, nuestra libertad y
nuestras diferencias? Lo político sin ninguna duda. Somos seres que
necesitamos a otros seres. Tomados de uno en uno, un hombre o una
mujer completamente solos, como decía un poema, perdemos toda una
parte de nuestra forma de ser y una dimensión crucial de lo que
somos.
El
hecho es que nos necesitamos. Estamos condenados, por decirlo de
algún modo, a entendernos, si queremos ser de veras libres, iguales
y diferentes...
Antonio Palacios
No hay comentarios:
Publicar un comentario